El pintor que vive en el color_ Por Mercedes Rozas

18/06/2012 · Publicado por

Culturas. Sábado, 16 de junio del 2012. La Voz de Galicia

Mercedes Rozas

LAS OBRAS DE ALFONSO COSTA Y LOS POEMAS DE EVA VEIGA CONVIVEN EN UN ESPACIO EN EL QUE EL ARTISTA DESCARGA TODA SU FUERZA CREATIVA A TRAVÉS DE LOS SENTIMIENTOS

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Acostumbrados como estamos a la presencia del color en la pintura, ya ni nos detenemos a calibrar su importancia como hacedor de trazas sobre el lienzo. Pero lo cierto es que su cometido animó desde la antigüedad un debate sobre su primacía o no en el arte y su mayor o menor capacidad con respecto al dibujo. Desde Aristóteles a David Batchelor se analizó convirtiéndolo en protagonista o en simple dama de compañía; de cualquier forma, fue necesario siempre contar con él para narrar la historia de la pintura. En tiempos difíciles, duros políticamente hablando, incluso se ha dicho que es el único capaz de escapar de la persecución de la censura. Y algo de verdad hay en esto.

Esta exposición es una poderosa fuente de expresividad cromática en todos sus matices y escalas, que viaja libre entre las líneas de la composición, expandida por la acción de un simple brochazo. Los cuadros se van enlazando mientras la mirada atraviesa campos de color, color y más color, toda una polifonía de inflexiones que interpretan sensaciones íntimas, capaces de salir al exterior de la mano del artista y que se traducen en el título de la cita: Ser en. Alfonso Costa «vive» en el color, porque tiene una relación especial con este elemento plástico, una relación que evoca aquella otra que mantuvo Kandinsky en los inicios del siglo XX. El creador de la primera acuarela abstracta ideó entonces un intenso diálogo de vibraciones compartidas y sentimientos entreverados. El pintor hablaba con los colores y extraía sus propias conclusiones: «el verde es el más tranquilo que existe, no se mueve en ninguna dirección E … ], no pide nada, no llama a nadie», en cambio «el amarillo irradia calor espiritual y los azules frío». Desde luego este factor no era un integrante más de sus Impresiones, llegaba a concederle cualidades humanas, mientras se valía de él para articular el espacio y cristalizar superficies visuales equilibradas.

VIDA PROPIA

El autor gallego lo maneja como herramienta de comunicación para exteriorizar sus emociones. En su obra es imposible tomarlo a la ligera, entra por los ojos y se mantiene en nuestra retina imperturbable durante tiempo. El color aquí tiene vida propia. Las distintas gradaciones adquieren en su propuesta carta de libertad absoluta. Podría llegar a afirmarse que, como en Matisse, tienen «cualidad expresiva» por sí mismas. Por otro lado, la naturaleza de esta creación transcurre estilísticamente en una movilidad amplia de formas. No hay pretextos estructurales fijos que perseveren en un determinado registro, por lo que es fácil ver como se pasa de una sugerente figuración a una abstracción total. En el primer planteamiento se hallan referencias de las Sinfonías construidas por el artista en los años noventa y principios de la década siguiente, etapa en la que despliega una obsesión por formas deliberadamente truncadas, encarnaciones totémicas silenciadas e inmovilizadas en esa delgada frontera con la realidad.

Pero seguramente es en la dicción totalmente abstracta en la que Costa escribe uno de sus mejores argumentos. La pintura del gesto se impone entonces sin restricciones. La brocha se desliza por la superficie, dejando un rastro de notas cambiantes y sugerentes, con texturas aguadas y transparentes. Se advierte una manifestación directa, nada contenida, de cierto automatismo, más próxima a una línea lírica que informalista, más afín también a una delicadeza intimista que a la tempestuosa aportación de la materia expresionista. De cualquier modo, se esfuma la imagen realista y se opera desde la intuición y el azar controlado. Aunque excepcional grabador, Costa se postula en esta muestra como pintor de sentimientos. Un ánimo que se acopla con el profundo sentir de los versos de Eva Veiga. Cada pieza inspira un haiku que introduce serenidad y misticismo a la cita. Kandinsky afirmaba que «bello es lo que brota de la necesidad anímica interior». Alfonso Costa ha trasvasado a esta obra el valor interior de sus sentimientos, que terminan por reflejarse en el espejo de sus creaciones. Su pintura se legitima en Ser en… La empuja la voz de la poesía.